El vertedero
por Enrique Encizo
Panorámica del basurero Los Laureles en Tonalá. Foto: Arquímides Flores
La basura envenena la tierra, el agua y el aire. Los vertederos son malos para el medio ambiente, son una fuente importante de contaminación en “la jerarquía de residuos” donde se ven las opciones más convenientes para gestionar la basura, coloca a los vertederos en el último lugar, a pesar de eso, los empresarios basureros lucharán hasta el final por sus ganancias.
¿Debería preocuparnos?
Tenemos el caso bien conocido del Basurero Los Laureles en el municipio de Tonalá, Jalisco, instalado a kilómetros de su cabecera municipal y a tiro de piedra del área urbana de El Salto, en el mismo estado geográfico, degradando la salud de los residentes. Y si nadie escucha nuestros lamentos es porque los afectados somos en su mayoría obreros, empleados y algunos desempleados crónicos de la gran industria local que nos ha dado algunas veces el honroso lugar, según el Coneval (organismo dedicado a medir la pobreza en el país), de ser uno de los pueblos más pobres de la zona metropolitana.
Normalmente las decisiones del manejo de la basura la toman los adinerados, llámese empresas y gobiernos, entonces podríamos decir, siendo altamente caritativos, que la política del manejo de residuos es elitista. Calificaremos a la acción del basurero, esta enorme montaña de basura extendida sobre 80 hectáreas aproximadamente, que solo representa la puntita del iceberg. Ha contaminado el suelo con plásticos de un solo uso, polietileno, de alta y baja densidad y un largo etcétera. También están las micropartículas, ese polvo plástico que no vemos y que a diario respiramos; la salud de la gente está envenenada.
Fraccionamiento Parques del Triunfo, al fondo el basurero los Laureles. Foto: Rebeca Nuño
Dicen los estudiosos que ya estamos “embarrados” de glicol, ftalatos, compuestos flourados, retardantes de fuego y más. Por si esto fuera poco, en el cauce del Rio Santiago corren aguas cancerosas, descargas fecales e industriales y por el arroyo de Los Laureles, que le da nombre al basurero, corre la “pus” de los mentados lixiviados; ahí se juntan al pasar por el prehispánico pueblo del Dios Torcido, Tololotlán. Según datos del estado y la empresa, los jugos de la basura han logrado introducirse en los mantos freáticos de la zona, contaminando las aguas subterráneas, algunos pobladores han comentado que al darle al ganado menor agua extraída de pozos profundos cercanos al basurero, éste ha enfermado y muerto. Bendito Dios.
¿Deberíamos preocuparnos? Por una buena razón sí, la empresa culpable de esta catástrofe socioambiental goza de cabal salud, gracias a funcionarios sumisos y corruptos, el arrogante director de residuos sólidos urbanos de Semadet y el mismo secretario de la institución encargados de defendernos han sido vencidos. En el juego del gato y el arón, el ratón basurero tiene ventaja sobre el gato estatal, que es demasiado lento para atrapar los nuevos ratones que amenazan con salir a la periferia como es el caso de Tala, Jalisco.
¿Cómo podremos resistir?
Contra una industria tan poderosa, con sus “ecogestos”, sus tres o cuatro erres, su economía circular, programas o proyectos, que no han solucionado en modo alguno, el problema de la basura que solo sirven para que las personas bien intencionadas se sientan culpables y de este modo eximen de la responsabilidad a/o los culpables. Hoy Tala está en la lucha, “No en mi patio trasero” ante la amenaza de varios municipios metropolitanos de verter los desechos en su territorio, abogan porque cada pueblo con su gente, se haga cargo de sus residuos. Finalmente aquí tenemos una oportunidad para cambiar radicalmente el manejo de la basura, y algún día, pronto, pronto, poder decir megabasureros metropolitanos “Ni aquí ni allá, ni en otra parte”
Recorrido cuando se incendió el basurero en abril de 2019. Foto: Rebeca Nuño